“Cuentan que el Tarot comenzó siendo un juego de cartas. Siglos después de su aparición me topé con su medieval imperfección, impronta que insiste en mi obra desde que conocí el románico en Galicia. Al igual que el Pórtico de la Gloria, tallado en la Catedral de Santiago de Compostela, esta baraja fue creada al servicio de los símbolos.
La estética del Medievo se caracteriza por la belleza de lo imperfecto. En el Tarot esto se observa en la irregularidad de sus trazos, en los colores fuera de contorno o en la exuberancia de sus figuras. La tosquedad medieval es cuestionada en el Renacimiento por una mirada detallista y analítica de las representaciones artísticas. En cambio, las manos que tallan o dibujan a ojo se inclinan hacia la madera o el papel desde la percepción del propio cuerpo.
El Tarot consiste en un mazo de cartas diseñado en dos dimensiones. Cuando tomé contacto por primera vez con la baraja sobrevino en mí el impulso de traducirla al lenguaje de la escultura. Al comienzo, ensayé sus formas a través del dibujo. Esto me permitió establecer conexiones entre sus imágenes y mi cuerpo.
Una vez fundada esta sincronía, el modelo de cada carta guió el salto hacia la tercera dimensión. La primera baraja tallada fue El Diablo. Esta figura, tan presente en los carnavales medievales y en las pinturas flamencas, inauguró el proceso de esculpir los veintidós Arcanos Mayores en madera. Una especie de desborde agita al artesano cuando da inicio a una obra. Esa fue la tentación que guió mi trabajo, pese a ignorar las reglas y los usos que se aplican al Tarot.
El desarrollo del proyecto implicó dos años y seis horas diarias de trabajo dedicados al dibujo previo de cada carta, a la selección y preparación de los bloques de roble, pinotea, ciprés, radal o cohiue, al traspaso del dibujo a la madera y al tallado a través de gubias, bisturíes, cuchillos de talla, lijas y limas.
Otro aspecto de gran importancia que prevalece en la baraja marsellesa y remite al Medioevo es la ausencia de autor. Esto supone que las cartas presentan un mismo patrón visual aunque existan múltiples restauraciones de la versión original. El Tarot, alejado de ese personaje moderno, se define como obra colectiva, rica en lecturas e interpretaciones. El tallado de los veintidós Arcanos Mayores, más que una creación del individuo, es entonces una manifestación más del primer juego de cartas.
Al culminar el proceso, advertí que estas esculturas estaban destinadas a aquellos que se sienten atraídos por la baraja en sus múltiples dimensiones. Mi deseo es que lleguen a sus manos y enriquezcan sus experiencias con el Tarot.”
Daniel Fidanza